Algún día tendrían que salir
emerger a la superficie de las cosas.
Empieza a llover querida, y pues sí, qué sencillo resulta comprobar lo fácil que es echar a perder los papeles en blanco. Sabes que te beso en mis sueños, en todos los días en que no he escrito nada. Tengo una sola almohada—un regalo—;un sólo respaldar, el de esta silla en que te escribo, y un vaso. Mi risa: en la oscura habitación inclino mi cabeza. Pequeña, no me gusta hacer algo que no quiero hacer. !Mirad¡ la belleza de un oficio me ha encorvado: escribirte. Soy así, abro los párpados, no oculto el amor que llevo.
Te escribo porque qué bonito es escribirte, mientras las calles que dejamos afuera me esperan. Se parecen a ese altar oscuro de mi abuela, donde entraba a escondidas de niño, y donde vi cosas que no dije, y quebré un espejo, y no me persignaba
—te pienso mucho...
me gustaría escribirte toda mi vida, aunque digas que está bien si decido no escribirte.
—te hablo mucho en mi cabeza...
y aún, y a pesar de lo espeso y de las nieblas y de todo, y aunque nunca sea lo suficiente, sabes lo que siento.
¿Qué haces?—me preguntan—escribo.
Inti Inti—me dicen—sabes que hay alguien que siempre nos espía en la noche—lo dice mientras baila y canta, ella está cantando—Inti, sabes que hay alguien que nos espía en la noche—no...
—Inti Inti, es ella. Así que cuando caminas y pisas la sombra de los árboles, no es la de ellos la que pisas, es la sombra de ella, porque está en los árboles, porque está en las cosas.
Te acercan las palabras. Pero qué hacer. En la voz fuerte de mi padre triste que pregunta
—¿cómo está?,
En todas los tiempos, desde que llegué, cuando camino con Alonso y le cuento de ti, de tus cabellos vestidos de la noche.
Querida, míra cómo muero de ganas de ir a rodearte con mis brazos y no soltarte. Si estuvieras en mí, suave, agua continua; gota de mis sueños en mis blancos espacios de soledad. Quiero oír la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos.
Y llueve poquito ya. Los cerros no se distinguen, o si se ven son sólo destellos, como esa hoja independiente en que te vi en la mañana. Se escucha la lluvia y tú afuera, iguales a un poema. Sí, estas allí donde la sangre canta, en las sombras de los árboles de las que cuentan, en lo desnudo del aire, en el atardecer que llega. Saldré pronto, mi querida, continuamente en tu búsqueda. Sabes? parece que las palabras no son de este mundo, si no cuando caen a tierra, semejantes a esta lluvia que cesa, a frutos o demonios.
viernes, 18 de abril de 2008
De antes
domingo, 13 de abril de 2008
Recuerdo
"A veces escribir no sirve para nada. Ni siquiera para perder tu nombre. Me gusta tu nombre, es dulce y amargo. Me gusta tu nombre y estar aquí en el primer lugar en el que te vi."
La noche se aplaca. Permanente, permanece, Querida. Entre los fragmentos de abril, dejo salir palabras de la libreta. Estaba cuajadita de hojas, rellena de signos, ahora, lejanos. Me acuerdo que salía de “la Habana”, caminé entonces por Bucareli, hacía frío. Yo y los paseantes éramos los últimos a los que nos esperaba el metro. Pero yo desistí, pensé que podría hallarte en Obregón, o que quizá tu recuerdo se deslizaría en las rejillas de ventilación de Cuauhtémoc. Te busqué. Esquivé a los junkies que salían del “Alicia”; avancé, y me confundí con los densos árboles de Córdoba, y mientras caminaba los recuerdos iban engullendo los sentimientos de tristeza y de alegría, no había asombro, me sentía como un autómata que avanzaba con la necesidad de que se terminase la pila, la energía extraña, y a veces extraordinaria que me hacía escribir las palabras. Inventarlas para ti, querida. Esa noche, en que nuestra ausencia le abrió una herida al mundo, permanecí abrazado de una araucaria, entonces me aplaqué.
ps. Y cómo llueve. Oigo la lluvia y pienso más en ti. En el ayer -la repetición- me acerco a la ventana para entender -¿el qué? No sé. Para entender que estoy aquí y que hay otra forma de entender el mundo. Es extraño no lo entiendo bien. He pasado muchas veces por aquí, y no era así, digo el mundo. Yo cambié y entonces él también cambió. A veces tu cambiabas. Como cuando hablábamos.
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