viernes, 25 de julio de 2008

Salitre

Querida, hoy no estoy tan bien. Me sobrepongo recordándote. Anoche, noche de sabores y licores lamentaba mucho tu ausencia. Qué hacía allí sin ti, cómo quise poder despegar, dar un salto y estar donde estás tú. Pero no, la música, las luces rebotaban en mi cuerpo y atravesaban mis manos. Las palabras te acercaban, pero no sirve de mucho, porque aumenta la desdicha de no tenerte cerca. Pensé en la sierra, en un pueblito donde podríamos ir, subirnos a la pick-up blanca, y atravesar los nombres de la noche juntos. Pensé en los olores, tu olor de mañana, en miradas que salían de arrugas de antiguos señores, casi piedras, casi árboles. El viento frío me golpeó el rostro al salir, me recordó tu falta, sin embargo, su suavidad me dirigió. Querida, tan fuerte mi abrazo, tan largo este beso.

tuyo

jueves, 10 de julio de 2008

Ven

Querida, casi no veo en la noche, pero puedo “mirarte” en la hoja, encontrar tu nombre en la pantalla, tu nombre clavado en mí. Tu voz, que viene y que va, tu voz son estos minutos sin ti. Te decía que me sentía feliz, pero también triste. El camino a casa, con su pavimento de gotitas de plata, me hacía estar bien. Ir andando es sentirme libre. Voy pisando huellas del día, tristes huellas. Pensé, mi querida, que al final del camino estarías esperándome: imaginaba el movimiento de tu cabello al venir a mi encuentro, tu risa, la voz que pronuncia un te quiero, tu fuerza al chocar cuerpo a cuerpo: el abrazo. Tu ropa bonita, tu diadema brilla en la oscuridad de la calle. Pensar nos aprieta el corazón querida, mejor hay que apretar el paso, respirar este aire fresco donde habitas. Son las mejores horas del día, esta soledad enorme y tú misteriosamente hundiéndote en ella, en mí, en el intersticio de mis uñas.