miércoles, 28 de noviembre de 2007

Te

Querida, cómo extraño el español que salía de tu boca, tu español descompuesto y tu letra complicada. Extraño mucho tus ojos, tan extraños, tan iranios. Extraño que me digas indeciso. Extraño verte desde tus rodillas, altiva... Extraño tu silencio y las emociones que había en tus notas. Extraño que decías “chuletas” a las cartas que nos escribíamos en las manos. Extraño que me digas
—lo he visto por ahí...
Que no te acuerdes de mí. De mis cosas, de que no me preguntes lo que hago al salir del trabajo, que llamabas tú: monosilábico. Extraño que no vengas, que no escribas. Que me digas que no quieres picantes. Que me hagas burlas porque no tengo maestrías ni doctorados—todavía—y me dediques tus triunfos, tus escritos, tus palabras.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Respiro

Que respirar tenga sentido, querida. Por eso escribo para respirar dentro de mis cuatro paredes, que construyó un albañil ha mucho tiempo; mira cómo pulso, cómo mis dedos se posicionan en las teclas, imitando los trabajos del constructor de casas; movidos por los impulsos, sí, quizá por los motivos de grabar en ti, de sentirte cerca. Ya empiezan a poner molduras de luces en las casas. Qué exacto el tiempo, querida, qué mueve a las personas para grabarse las melancolías en las fachadas y luego pararse allí, afuera y sentirse satisfechos... Ya casi no hay nadie. Ya empieza la noche helada. Ya se terminan las conversaciones. El tiempo se amotina, el tiempo se mata, y aprovecho este tiempo en que no estás y existes, porque puedo contarte que te quiero, porque puedo señalarte una ventana.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Sin titulo

Querida, he pensado en ti otra vez, sin que por esta confesión quiera decir que me estoy lamentando, vaya que de cierta manera así es. Porque lamento es no poder escucharte hablar y que confrontes las cosas que te digo en mente cuando en ti pienso. También, escribo otra vez, por todas las veces que no estás y no estuviste, y no lo escribo por conformidad, querida, por dejar que las palabras pasen en la página, no lo pienso superficialmente, ni quiero decir que se me ha vuelto costumbre pensar en ti. Tú llegas libre y te enredas en mi tiempo sin enfadar, y así las horas… y las escasas conversaciones tienen levedad, sin decir, que la pesada vida, carece de intensidad, al contrario. Las revoluciones que hay en mí, cuando tú estás aquí, enderezan los momentos, y es entonces que el pasado pervierte mi tristeza, y los recuerdos tatúan mis acciones. Al pensar en ti te engendro, por eso escribo que vienes libre, sin las ataduras, sin las convenciones y convicciones, sin los resuellos que no me dejaban respirar. Te escribo, mi querida, desde este punto que es todos los puntos, sin pretender sonar místico; con las ganas de ser nuevo tiempo, como el que desgrana y modifica la mano de la abuela, como el que escribes tú cuando renuevas mi pensar.