Querida, cómo extraño el español que salía de tu boca, tu español descompuesto y tu letra complicada. Extraño mucho tus ojos, tan extraños, tan iranios. Extraño que me digas indeciso. Extraño verte desde tus rodillas, altiva... Extraño tu silencio y las emociones que había en tus notas. Extraño que decías “chuletas” a las cartas que nos escribíamos en las manos. Extraño que me digas
—lo he visto por ahí...
Que no te acuerdes de mí. De mis cosas, de que no me preguntes lo que hago al salir del trabajo, que llamabas tú: monosilábico. Extraño que no vengas, que no escribas. Que me digas que no quieres picantes. Que me hagas burlas porque no tengo maestrías ni doctorados—todavía—y me dediques tus triunfos, tus escritos, tus palabras.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Te
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