jueves, 14 de abril de 2011

Querida, a veces esta mañana

Tengo sabores amargos en la boca resultado de una velada lánguida y de tangos. A veces unas horas no bastan y el cuerpo nos exige variar de caminos. Caminos hechos del polvo de nuestros muertos. Yo no quiero ir por ninguno donde no estés a pesar de apisonar con cada aliento esta tierra de indiferencia de este país lleno de piedras. Cómo saberlo, cómo encontrarte en ellos. Yo imagino que cada camino contiene el peso de tus pasos, tu aire altivo de pájaros. A veces unas horas no bastan amor y de amor para besarte imaginariamente y la cabeza me reclama pensar en otras cosas. Escribirte cartas, por ejemplo. Anoche un hombre me preguntó mi edad y su voz insistente parecía que me apretaba los pulmones el hígado. Fue una noche caliente como lo son todas en este tiempo. Tal vez el temporal me susurre algo, una pista de ti un temblor en el cuerpo. A veces mis ojos cansados, doloridos por mirar al otro me convierte en piedra, tú mi corazón te lo quedaste.