martes, 19 de junio de 2007

Soy una metrópolis opaca

Querencia tengo por tu acento
Miguel Hernández


Dónde estás compañera, amarillo sobre negro. Fuimos tiempo somos recuerdo, anulando las palomas esperanzas, descendiendo a un agujero de luz, enterramos nuestros pasos en el pavimento. Ni todo el color ceniza de la tarde logra apartar de mí las imágenes de tus besos, dónde está el peso de tu compañía, hay sólo está ausencia de tu cuerpo. La nostalgia me abraza y lluevo sobre junio, avanzo pesado de tristeza, sin fuerzas de extrañarte tanto. Me guío con las lágrimas que corren, delante de mí, floto, y enfrente veo el paisaje: no existe la ciudad la luna, si mi corazón no se llena de tus ojos. Déjame repetir querencia tengo por tu acento, apetencia por tu compañía.

miércoles, 13 de junio de 2007

De ayer

Tú me faltas y lloro con la lluvia como el cucuy de Oliverio. En el parque los muchachos también lloran y aunque lloremos tú me seguirás faltando. Y otra vez solo, a patear las latas de siempre y dejarse perseguir por bolsas, saltar alguna línea del pavimento, dibujar sombras. Y no estás conmigo y ha sido así antes. Las ventanas están desnudas, desvestidas de cortinas. El olvido camina conmigo, puñetea el recuerdo, le da la mano; me llueve demasiado y yo lo siento en mis pies como en el principio. Ícaro me entiende, su caída es una esperanza, es hacerse para atrás, recuperar fuerzas. Es llorar amaneciendo y ver el hueco de la hondonada desaparecer: ese lugar que era todos los lugares cuando estábamos juntos, unidos en equis. Y tú escribes sin que yo aparezca en tus palabras. Hay horas sin final. Me encuentro solo sin tu abrazo querida, te hecho de menos, te extraño… en sueños, en mis alegrías. ¿Dónde estás para compartirla? Hay goteras en mi cuerpo. El insomnio es mi amigo, la noche es la cola de mi gato. Cuando despierto huelo a madera, soy una cosa. Programado así, por qué; un cuerpo agujerado, como el de los junkies de la séptima, hinchado de piquetes sentimentales, invadido sin piedad una noche de cualquier mes aquel año: no llovía, luces rojas, ojos rasgados; en lugar de árboles crecían edificios y nos daban las espaldas. How many years? para volver.

martes, 5 de junio de 2007

Doblez

Te escribí una carta y la guardé en la bolsa del pantalón. Cuántas veces sacamos de allí las monedas para suspender a los peatones y que nos vieran jugar. La doblé, y me eché a correr como aquella tarde en la plaza, tal vez fue un jueves, sí, soy el hombre que fue jueves, ese día me sigue como si fuera un minotauro, pero hay un laberinto de palabras donde me pierdo de él, de muchas cosas que no puedo explicarte aquí, cómo le hace falta a mi voz tu oído, tus ojos luminosos; que se estrelle en ti como si fuera agua, a contracorriente... sin embargo, parece, que siempre este destiempo me persigue, me da jaques. Déjame escribirte para que existas, para volver a aparecerte en mi sencillo imaginar, en mi presente compungido, tatuado de humo, cortado de alas. Déjame demorarme en esta hoja, transitarla como la pluma que te escribió la carta que llevo guardada en mi bolsillo. Y hay un silencio, ¿escuchas este silencio del mundo?, este silencio de no oírte. Qué triste. Qué silencio más puro. Leerme, leerte, qué importa si no nos escuchamos, pero estar quieto te fija aquí, conmigo en la carta, sin decir nada.

viernes, 1 de junio de 2007

Edward James

Querida:
Siempre hay esta ausencia cuando te escribo, que me parecen ver pasar mil años entre frase y frase. ¿Te imaginas?, estarme muriendo muchas veces, sin embargo son tan pocas las muertes que espero por ti, que no basta el Renacimiento y Romanticismo, y todas las próximas épocas en esta espera infinita de ti. A veces siento miedo de no saber qué hacer cuando te tenga entre mis brazos, de qué palabras decirte, pienso que me nutriré de un silencio hermoso y te lo acariciaré en tu frente, por toda tu piel: playas de julio. Y veme, de algún lugar de no sé dónde, estar quietecito como un gato, sí, miráme aquí, solicito, metido en una camisa de un color que te gusta. Te quiero, encanto, hechizo de gitana, y es bueno comprobarlo en mí. Me gustaría verte salir de mí, a veces siento que te traigo encima, que se me nota en la forma de mirar, en como camino, en como tomo la pluma y escribo-te escribo: he probado un café Ley—se llama—, lo descubrí por casualidad; yo seguí algo parecido a unas vedijas de mujer, extrañas pistas de ti, y no estabas, pero había una mujer hermosa hundiendo sus manos en el saco de granos de café. Pensé en ti, en que se te parecía, en que hay mujeres que son como las escaleras de Xilitla, y tú estás en donde no hay lugar para poner el pie, en una inmensidad que es todo asombro… La núbil sonrisa de la joven era un intersticio donde me hubiera querido tropezar, pero no fue así, y juntando el café en un recipiente lo llevó a esas máquinas octogenarias para que lo molieran, te habría gustado mucho verlas. Después había un olor a café por toda la habitación y yo pensé en el olor, en que todo el cielo olía a mujer, y todo ámbito estaba repellado de diminutos rastros de ti como si hubieras llegado con la lluvia del jueves, así de fuerte, intensa y fluida, y todas las calles de la pequeña ciudad se encogían al sentirte aquí. Es parecido a cuando te veía, se me comprimía aquí, en el pecho, y tenía la estabilidad de una gelatina, por qué… porque te quiero.