Tú me faltas y lloro con la lluvia como el cucuy de Oliverio. En el parque los muchachos también lloran y aunque lloremos tú me seguirás faltando. Y otra vez solo, a patear las latas de siempre y dejarse perseguir por bolsas, saltar alguna línea del pavimento, dibujar sombras. Y no estás conmigo y ha sido así antes. Las ventanas están desnudas, desvestidas de cortinas. El olvido camina conmigo, puñetea el recuerdo, le da la mano; me llueve demasiado y yo lo siento en mis pies como en el principio. Ícaro me entiende, su caída es una esperanza, es hacerse para atrás, recuperar fuerzas. Es llorar amaneciendo y ver el hueco de la hondonada desaparecer: ese lugar que era todos los lugares cuando estábamos juntos, unidos en equis. Y tú escribes sin que yo aparezca en tus palabras. Hay horas sin final. Me encuentro solo sin tu abrazo querida, te hecho de menos, te extraño… en sueños, en mis alegrías. ¿Dónde estás para compartirla? Hay goteras en mi cuerpo. El insomnio es mi amigo, la noche es la cola de mi gato. Cuando despierto huelo a madera, soy una cosa. Programado así, por qué; un cuerpo agujerado, como el de los junkies de la séptima, hinchado de piquetes sentimentales, invadido sin piedad una noche de cualquier mes aquel año: no llovía, luces rojas, ojos rasgados; en lugar de árboles crecían edificios y nos daban las espaldas. How many years? para volver.
miércoles, 13 de junio de 2007
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1 comentario:
La madera que huele a humedad, la madera que se hincha de lágrimas que no son lágrimas, de palabras que casi no son palabras, la madera qué rico huele la madera y las astillas por todos lados, la polilla que carcome y ese olor que hay que lijar y lijar o sólo hacer parte de uno mismo, ay pero no sé qúé digo...
Abrazo con olor a sandalo
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