Te escribí una carta y la guardé en la bolsa del pantalón. Cuántas veces sacamos de allí las monedas para suspender a los peatones y que nos vieran jugar. La doblé, y me eché a correr como aquella tarde en la plaza, tal vez fue un jueves, sí, soy el hombre que fue jueves, ese día me sigue como si fuera un minotauro, pero hay un laberinto de palabras donde me pierdo de él, de muchas cosas que no puedo explicarte aquí, cómo le hace falta a mi voz tu oído, tus ojos luminosos; que se estrelle en ti como si fuera agua, a contracorriente... sin embargo, parece, que siempre este destiempo me persigue, me da jaques. Déjame escribirte para que existas, para volver a aparecerte en mi sencillo imaginar, en mi presente compungido, tatuado de humo, cortado de alas. Déjame demorarme en esta hoja, transitarla como la pluma que te escribió la carta que llevo guardada en mi bolsillo. Y hay un silencio, ¿escuchas este silencio del mundo?, este silencio de no oírte. Qué triste. Qué silencio más puro. Leerme, leerte, qué importa si no nos escuchamos, pero estar quieto te fija aquí, conmigo en la carta, sin decir nada.
martes, 5 de junio de 2007
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