martes, 29 de mayo de 2007

Foto

Qué hermosa eres sin palabras. Conservas en tus ojos no nada más recuerdos, sino que puedo a través de ellos mirarme a mí, extático, fruidor incansable de la belleza de tu rostro. E inexplicablemente te quiero así en este momento, y en otros momentos de muchas maneras, pero ahora así, con el silencio de tu imagen, y tu cabello suelto; con el metálico sonido de los pasamanos y lámparas sencillas, sin ningún otro propósito que iluminar y dejar vernos. En blanco y negro opacan a las multicolores, porque aparecen definidas y sombrean cachitos de ti en proporciones nostálgicas y simples que, sin embargo, hacen que los ojos quieran verte más y más bella te vea. Después viene el paisaje: una perspectiva ambulante, pintada de personas como flores, y el exterior: lugar de constantes encuentros y soledades, se detiene en el preciso momento en que tus ojos empezaron a mirarme. Y te quedás así, de esa manera, para siempre, única de alegría ilimitada, por siempre así, viéndome en silencio, existiéndome.

jueves, 24 de mayo de 2007

Detrás del cristal

Cuando sonreís haces que mi estancia aquí sea mejor. Yo te veo como un país lejano al que todavía no llego, como cuando miro los mapas de geografía, que tanto me gustan, y veo sus perímetros bien definidos, y su forma erosionada por guerras de expansión y siglos de historia. Yo te veo más bella cada día. Rodeada de mares y de mundos, y de soles como anillos. Cuando empiezo a acercarme retrocedo por miedo de que salgas volando como mariposa. Entonces sólo me concentro en observarte, única entre todas y todos. Y te busco y te regalo cosas que no sabes, para verlas y pensar en ti; en cuando estén más bellas en tus manos. Imagino tu cintura de mil voces, tu primitiva presencia de mil años, conservándose frágil, volátil, acercándose como si de luz de estrella se tratara. Es que no hay cielo más nítido en mí que tú, ni me gusta escribir tanto palabras como las que van ti: anónimas, publicadas, acertijos para el presente.

jueves, 17 de mayo de 2007

Te acuerdas querida, no, creo que no te lo dije. La primera vez que te invite a salir fui de compras. Era tarde, y tú venías saliendo y yo regresaba de comer. La calle estaba partida a la mitad, las baldosas y piedras que salían de su entraña se acumulaban en las banquetas y sólo quedaba un pasillo por donde pasar. Y tuve mucha suerte. Surgiste de entre todos, tan bella, más altiva y al toparme contigo fui muy feliz. —Se toma unos vinos conmigo. Tú dijiste sí, sí, mañana. No sabes cómo lo celebró mi piel, mis sentidos. Después esperaba que las horas, enemigas en muchos días, se aliaran conmigo. Yo salía de noche, cuando el viento podía circular entre las avenidas sin dificultad, y las bolsas vacías vacilaban en medio de la calle. La gente empezaba a irse, a reorganizarse, para mañana, como hormiguitas, reanudar la gastada feria del trabajo ambulante. Pero eso no me importaba, yo sabía que después de muchas caminatas, al menos por instantes, emparejaría mi destino con el tuyo; pero antes de eso, yo quería comprarme algo para estrenarlo a tu lado, tú sabes que no soy afectuoso a las cosas materiales y cuando se trata de ropa, prefiero lo más sencillo y útil. Pero esta vez era especial, un clisé que repetiría tantas veces. En la ciudad el frío precioso de las noches nos invitaba a usar otra prenda, y yo decidido pensé en comprarme un suéter para usarlo mañana. No demoré mucho en encontrarlo, mas sí, se me hizo eterna la espera de ponérmelo. Querida, después... tú sabes el resto, las palabras clasificadas, los secretos revelados, el jugo derramado, los zooms en rojo y azul, las sombras inquietas que se alargaban infinitamente, el sonido de una fuente, el color de la línea de metro en que te fuiste. Ya en la noche, muy noche, mi suéter conservaba tu aroma, tu roce, y yo imaginaba en las multipantallas del centro mirar la fina línea de tu risa.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Parpadeo

Solo en la tarde, mis ojos se cierran. El humo no deja ver el paisaje de siempre, parece que la quema del tlacolol continuara todas las horas de mayo. En las noches que no vea, soñaré con la tierra preparada, ablandada como unos muslos para recibir las lluvias de junio. Soy vecino de las tradiciones y el pasado indígena también en mí encuentra un hueco. Qué pensará Alonso ahora que regrese, crítico de esas prácticas de los campesinos, ecologista y residente de océanos. Una vez lo sorprendí alimentando gatos callejeros, sólo lo espié, hasta que se confundió con ellos y muy ágil trepo a la azotea donde le oí ronronear. Qué pensaras tú. Si estuvieras me llevarías a recorrer esa muralla amarilla que bordea la ciudad, un algodón de azúcar me darían tus manos. Pero no estás y mis ojos siguen a la deriva, cerrándose. Un chupirul, cien peces irisados volando en medio de la ciudad se necesitan para contrastar esta bruma que opaca las torres de la Asunción. Es tarde, todavía no, tengo que salir, pero me demoro tantito más, qué haces que no te acuerdas de mí. No necesito tantos colores para alegrar los días, sólo las palabras saliendo de mí, escribiéndolas pensando en ti, comiéndomelas hoy, mañana, siempre, por todos los días, meses años en que tengas que venir.

martes, 15 de mayo de 2007

Editada

Para S—, por aceptar el choque siempre con una sonrisa.

El amor, una vez que se ha grabado en un corazón, ya nunca se puede borrar: vive para siempre.
Isaac Bashevis Singer

Qué lástima que tus letras hayan desaparecido—se quedaron en silencio, son ahora “entre palabras”, mueven el color de los sueños, o tal vez un viento como ese que arrastra a la arena—Ahora todo está como tus palabras que se fueron—¿a dónde?—estoy ciego de paisaje
—había nubes atropellando a la luna
no tengo mucho sueño, sé que tengo muchas ganas de escribirte—¿puedo escribir sobre ti?—Puedo detenerme un poco para verte, en mi nublado imaginar, en todas las formas posibles, para que tú aparezcas.
—detente un poco, y si puedes sonríe.
Como podría yo tener imaginación para reconstituir la delicadeza de tu fragilidad? El amor se inserta más en mí, debes saber. Y yo, sobrevivo... Te pienso, y tu esplendor me renace en mi pensar y el tiempo que hemos pasado juntos se retrae cuando apareces.
A veces en el día te olvido, quedas un poco de lado, a la espera de que yo vuelva de nuevo a mirarte:
—en realidad nunca te olvido.
es una imagen fluida e intensa, se yergue siempre, y yo pienso que posiblemente es de cuando te vi la primera vez. Aunque no fuera la primera.
Y pienso mucho en tu nombre, y recuerdo que no te gusta mucho, pero ahora renace sonoro cuando lo escribo, cuando lo pienso o me lo digo en voz alta, o se lo cuento a alguien, o cuando camina junto a mí en estas calles desconocidas.

*Sigo rescatando palabras de mis cuadernos, esta carta me gustó mucho. Editada, para respetar un sentimiento que siempre estará "tatuado en mi corazón", y porque siempre estás palabras serán y fueron escritas para...

lunes, 14 de mayo de 2007

Inconclusa

Nos instalamos en la casita de playa, aunque esta vez no entré al mar. Llegamos temprano, para nosotros, y las horas volaban como esas aves que buscaban el alimento que arrojaban las olas, y entre los restos de comida de alegrías nubladas por la noche anterior. Cómo me gustaría saber el nombre de todas las cosas—pensaba—de las cosas bonitas y alegres, de todos los árboles y objetos, y escribirlas en un papel común, donde tus ojos pudieran verlas. Todas ellas, regadas, trenzadas como si fueran cabello de muchacha indígena, enlistonadas con cien mil colores. Escribirlas en cartas, en bitácoras gastadas, en pentagramas, en cuadernos y en la copa de los árboles más altos para que a lo mejor alcanzaras a verlas. Tal vez tan grandes como este paisaje que tienen a mis ojos de esclavos, y sí, estirar de alguna manera las manos y agarrarlo, ponerlo encima de mi cabeza para que estuvieras aquí. Porque entrar al agua salada solo no es algo que me apetece, pensarlo me entristece, quizá si tú te sumergieras como en mis pensamientos, que nadaras como lo has hecho en mis piernas, no sé...

viernes, 4 de mayo de 2007

Pretextos

Querida, me gustaría escribirte una carta muy linda para alegrarte y alegrarme, porque estoy muy triste, siento como si tuviera una piedra muy pesada en mi estómago, me duele; tal vez mi escritura siempre está plagada de tristeza, tú más que nadie conoce mi estar nostálgico, mi personalidad apagada. Estos días me he puesto el antifaz de la tranquilidad, pero hoy, por las prisas y deberes, lo olvidé en uno de los tantos cajones de mi soledad, siento la pesadez completamente. Ahora comprendo cuando dicen que te duele hasta el alma, así me siento. Por qué no estás aquí para consolarme, para poner mi cabeza en tu hombro y descansar. Para besar tu húmedo cabello, para contarte muchas cosas que me pasan; si te dijera que no tengo a nadie para contárselas, se me quedan aquí, y me dan toquecitos en el pecho, también duelen. Tal vez Alonso es el único que me escucha en tu ausencia, pero está lejos, y no tengo cara para llamarle y decirle como estoy, y arruinarle su viaje, su estudio. Corazón mío si supieras—es que lo sabes—cómo lastima estar en un cuarto donde las ventanas abiertas solo dejan ver el muro contiguo, las juntas de tabique apretado, y uno se suelta a llorar, a recordar tu rostro y pensarte lejos, indefinida, en lugares y con la compañía de gente nueva para mí. Cerraré mis ojos por un momento para sentir tu aliento cerca y te acompañe a ese sitio dulce, sencillo, en donde sueles descansar.
tuyo