miércoles, 16 de mayo de 2007

Parpadeo

Solo en la tarde, mis ojos se cierran. El humo no deja ver el paisaje de siempre, parece que la quema del tlacolol continuara todas las horas de mayo. En las noches que no vea, soñaré con la tierra preparada, ablandada como unos muslos para recibir las lluvias de junio. Soy vecino de las tradiciones y el pasado indígena también en mí encuentra un hueco. Qué pensará Alonso ahora que regrese, crítico de esas prácticas de los campesinos, ecologista y residente de océanos. Una vez lo sorprendí alimentando gatos callejeros, sólo lo espié, hasta que se confundió con ellos y muy ágil trepo a la azotea donde le oí ronronear. Qué pensaras tú. Si estuvieras me llevarías a recorrer esa muralla amarilla que bordea la ciudad, un algodón de azúcar me darían tus manos. Pero no estás y mis ojos siguen a la deriva, cerrándose. Un chupirul, cien peces irisados volando en medio de la ciudad se necesitan para contrastar esta bruma que opaca las torres de la Asunción. Es tarde, todavía no, tengo que salir, pero me demoro tantito más, qué haces que no te acuerdas de mí. No necesito tantos colores para alegrar los días, sólo las palabras saliendo de mí, escribiéndolas pensando en ti, comiéndomelas hoy, mañana, siempre, por todos los días, meses años en que tengas que venir.

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