lunes, 6 de octubre de 2008

Trayecto

Querida, lejos he estado de las páginas. Qué difici es, si ti, pocas palabras. Me tropecé con un dibujito de tiza, eso me hizo sonreír. Con un perrito—un labrador—que como yo, solos y en silencio husmeábamos tras vitrinas. Es que te cuento que deseaba estar rodeado de silencio, que nadie me viera y dejé la habitación y la posterior rutina: este feo hábito de terminar la jornada de trabajo y luego, ya sea por pereza, por acumulado cansancio, olvidarse de otras cosas, de leer por ejemplo; de los sentidos: de observar, de escuchar; de encontrar otro quehacer. Qué difícil sentir de esta manera, querida. Hubo momentos que desee hablarle y contarle a alguien, pero estaban metidos en lenguajes incomprensibles para mí. Hace unas semanas las voces del amuzgo eran llevadas por el viento y sonaban como cristales, en un silencio oscuro, donde tus ojos guiaban el curso del tiempo en el cielo. Hay tanto espacio para pensarte querida, eres quien rompe la planicie de esta vida que día a día pierde lo lustroso, como mis zapatos desgastados por tanto caminar buscándote, pensándote, acompañándome.

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