domingo, 15 de abril de 2007

Transparente

Gallo

Yo te he querido como nunca y de nada serviría pensar en que me dieras un beso, preferiría una palabra. Ahora sólo tengo esto. Una foto, la del sábado, en ese lugar de tristeza aplacada. Alonso no debería llevarme allí. Se queda muy quieto y le gusta irse solo a la cumbre. Cuando llega, veo que grita pero no lo escucho. El olor a madera impregna nuestra ropa. Empieza a anochecer, yo sigo pensando en tu beso dormido y en que estés bien. Añoro que compartas este frío tan cerca del cielo conmigo, donde las libélulas no se atreven a volar. Que respiremos juntos este aire que viaja cansado desde el océano y choca en mi frente. ¿Dónde están tus manos? tan seguras en tu cuerpo que amo. Me palpo el corazón. Cuando él volvió, el automóvil tuvo dificultades para encender. Logró tomar fotografías de naturaleza diminuta y nos fuimos. Ya nos vamos quedando solos—dijo—refiriéndose al regreso a la ciudad. Yo le conté de ti, del olor de tu melena, del temor que sientes por toda clase de aves, del jardín de orquídeas que descubriste en una fábrica abandonada.

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