Te pienso, te río, te lloro, te leo, te miro para existir un poco en esta hoja intangible. En esta carta que no se puede doblar, donde las palabras se ordenan doloridas. Te vivo, porque recordarte, nombrarte dentro de mí, me restablece, ahuyenta el pánico de mi mundo: territorio lleno de gente que aumenta la soledad de estos días en que empieza la estación álgida. Te escribo, querida, y tú no me ves, pero me retardo pensándote en la página que se va ordenando sin tu nombre, sin tu presencia, sin tus ojos enormes como esta luna de octubre; sin tus pasos de gato. Quisiera no tener que extrañarte, pero eso ocurre siempre como está noche infinita que no se cansa de esperarme.
—te extraño.
lunes, 29 de octubre de 2007
La palabra que te dice.
lunes, 22 de octubre de 2007
Incompleta
Querida, soñé contigo pero no eras tú. ¿Cómo explicarlo? Traías un ticket como en esa canción de la Chapman, había una estación de proporciones gigantescas, y tú estabas justo en el centro donde los viajeros entraban y salían de los andenes, algunos tristes porque tal vez dejaban un amor, otros contentos, porque en sus ojos podía ver cuanto habían extrañado su ciudad y el retorno les hacía cosquillas en los pies para de nuevo caminarla, reconocer sus largas avenidas. Y tú en medio de esta polaridad de sentimientos. Yo no sé por qué no bajaba, me quedaba desde ese rellano observándote tan preciosa, tan noble.
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