lunes, 29 de octubre de 2007

La palabra que te dice.

Te pienso, te río, te lloro, te leo, te miro para existir un poco en esta hoja intangible. En esta carta que no se puede doblar, donde las palabras se ordenan doloridas. Te vivo, porque recordarte, nombrarte dentro de mí, me restablece, ahuyenta el pánico de mi mundo: territorio lleno de gente que aumenta la soledad de estos días en que empieza la estación álgida. Te escribo, querida, y tú no me ves, pero me retardo pensándote en la página que se va ordenando sin tu nombre, sin tu presencia, sin tus ojos enormes como esta luna de octubre; sin tus pasos de gato. Quisiera no tener que extrañarte, pero eso ocurre siempre como está noche infinita que no se cansa de esperarme.
—te extraño.

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