Querida el café se está enfriando. Primero fue la leche que socavo esa bella autonomía oscura que él adquiere en la taza, luego la tibieza llegó para enfriarlo todo y aplacar el olor que inundó el pasillo: casi como una presencia, como tú presencia que invoco y hace estremecerme. No ha llovido todavía. Estamos esperando las lluvias todos los días. Acercarme a ti quisiera, como esta temporada de aguaceros o lánguidos otoños. Siento punzadas grandes en mí querida, cada día y a cada tanto parece que los dolores del mundo se me clavan como al Cristo de las cabeceras. Y el dolor tiene que ver, vaya sorpresa, no por extrañarte, sino por los atentados que nos cometemos a nosotros mismos. La probabilidad de que alguien atente contra su ombligo es ínfima, sin embargo siento que cada vez nos acercamos a cometer seppuku. No puedo con la prensa escrita, no puedo con esta información que emiten las radios locales, me raspan las palabras que mencionan y entonces detesto saber el mismo lenguaje.
—En todas partes es igual.
Quisiera que mis palabras fueran un filo inverso para degollar sus ideas y entonces me llega la imposibilidad: el silencio. Mudo atravieso sus festejos, las opiniones que gritan en sus conversaciones. Y me entristece alejarme de todo. Pensarte, encontrarte a ti es el peso que me sujeta. Tú, irreal. Acostumbrados como estamos al tacto ignoramos que hay algo más allá de ello. Estamos sujetos a lo inmediato, a la banalidad de la proximidad; a lo contiguo y adyacente de las amistades. Adheridos a trabajos comunes donde nos ataviamos cada mes o quince días con licores baratos y ruidos que sólo exacerban los ánimos e indiscriminadamente alejan al otro, al compañero. Estamos solos querida. Estoy solo escribiéndote esto y rodeado de personas que no conoces y nunca conoceremos. De cosas que has visto y que la memoria sólo las aparece para identificar espacios: un estudio, un salón. De una ciudad que tiene un nombre alérgico. Quisiera ser egoísta, apartarte del mundo y que estuvieras solo para mí, pero me convertiría en uno de esos dictadores que aborreces. Debo ser egoísta querida, crear una ruptura en las cosas, porque así como están nos están llevando a la chingada, y es allí, en ese nido de podredumbre y atavismo donde no deseo que nadie descanse.
jueves, 26 de agosto de 2010
Arcade
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario