lunes, 7 de abril de 2014

Tikopia

“La tierra permanece, pero el hombre muere; se debilita y lo entierran allá abajo. Nosotros sólo moramos por un breve lapso, pero la tierra permanece en su sitial”
Naturales de Tikopia.

Querida estoy desorientado. Toda la vida buscándote. Las señales topográficas de mi infancia eran pistas a ti y yo no lo supe. Ese estado de absoluta certidumbre de seguridad y no esta pérdida de los días y de mi vida. Me ahogo en caminos clandestinos, bebo innumerables tazas de café para minar el estómago. Mis pies mis rodillas se doblan. Mi lengua amarga de mucho anhelar tus besos imposibles. Vivo entre la violencia y desdén de los otros; entre el grito y puntitos de alegría que son como golpes de canica. Escucho el choque para calmar el tiempo para calmar la espesa espuma que son algunas horas. El pánico aparece cuando estoy delante de los cruces de cebra, los coches avanzan violentando el contexto, cortando el silencio del ambiente. Un corte nada más—me digo—aventarse como desde un sueño no soñado a la vía animal y un corte nada más—me digo. Como un choque de canicas, esta vez yo sería ese cristal querido sepultado en la tierra.

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