jueves, 17 de enero de 2008

Entre tus brazos

Trabajo, querida, mucho trabajo, y el piso está frío, y toda la ciudad. Sólo se ve a la familia a medias. Duermo y despierto en la oficina: llena de papelitos, de imágenes y mapas. Había olvidado escuchar a Nick, pero a reaparecido sin querer, cuando leía una carta larguísima en papel, qué bien que está acá, haciéndote resurgir. Y entonces te pienso: estás gritando, giramos con los abrazos, te escapas al bosque, te vas a dormir en una pista blanca, me invitas a bailar y cantas, mucho cantas, y hay un circo de estrellas
—quiero verlo todo
Hay un tecito que preparé para los dos. Hay que dejar que Nick siga tocando el piano, que se repita, invariablemente, mientras estamos escribiendo. Pero yo no puedo dejar de verte, no quiero... escribo sólo porque tú estás allí, y de reojo te espío hasta hacer posible que te metas en mis brazos. El suelo está frío, ya no traigo los zapatos, pero tú sabes, tenías que haberte llevado el tapete, la alfombra que nos regaló tu padre... Y de repente se hace oscuro, empiezas a irte a la calle
—voy sola
y yo me quedo como el melancólico Nordstrum, toda la noche, todas las horas, esperando tu vuelta.

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