“La tierra permanece, pero el hombre muere; se debilita y lo entierran allá abajo. Nosotros sólo moramos por un breve lapso, pero la tierra permanece en su sitial”
Naturales de Tikopia.
Querida estoy desorientado. Toda la vida buscándote. Las señales topográficas de mi infancia eran pistas a ti y yo no lo supe. Ese estado de absoluta certidumbre de seguridad y no esta pérdida de los días y de mi vida. Me ahogo en caminos clandestinos, bebo innumerables tazas de café para minar el estómago. Mis pies mis rodillas se doblan. Mi lengua amarga de mucho anhelar tus besos imposibles. Vivo entre la violencia y desdén de los otros; entre el grito y puntitos de alegría que son como golpes de canica. Escucho el choque para calmar el tiempo para calmar la espesa espuma que son algunas horas. El pánico aparece cuando estoy delante de los cruces de cebra, los coches avanzan violentando el contexto, cortando el silencio del ambiente. Un corte nada más—me digo—aventarse como desde un sueño no soñado a la vía animal y un corte nada más—me digo. Como un choque de canicas, esta vez yo sería ese cristal querido sepultado en la tierra.
lunes, 7 de abril de 2014
Tikopia
viernes, 4 de abril de 2014
Arvo Pärt
My Heart’s in The Highlands… mi corazón no está aquí. Las cosas se rompen querida y entonces me imagino en la cumbre una montaña muerta, es decir deforestada, sin nieve, erosionada por nuestros pensamientos. Caminar, avasallar la tierra con estos zapatos que lastiman en cada paso la piel carcomida de mucho andar sin encontrar la senda que me lleve al borde donde estás. Estos días cortan como un filo nuevo, el nudo de mi garganta punza. Parece que mi interior quisiera escaparse de este cuerpo. Daba vueltas en el barrio, salía a buscarte, y justo en un cruce un conductor apunto estuvo de acabarnos la vida, digo acabarnos porque si me hubiera atropellado estas cartas no existirían y entonces tú desaparecerías de los sueños de los demás y del mundo. Me quedé firme, viéndolo. Su vista fúrica, como salido del purgatorio de Dante, su uniforme raído, su pelo chino, era un empleado apenas, un tipo que me maldecía profundamente como si yo representara cada una de las frustraciones de su vida. Y no tenía que decírmelo, me miraba aguantándose las ganas de pisar el clutch y acelerar para manchar la pintura roja de su coche con el tono rojo de mi sangre. Inmóvil me quedé enmedio de la calle hasta que el semáforo cambió de color, pero no dejaba de verlo, pensaba que esa noche ese individuo había matado un poco de la esperanza de hallarte.
sábado, 30 de junio de 2012
Nos han impuesto la memoria
jueves, 29 de diciembre de 2011
Calabozo
Son más los años que han pasado que los inciertos que vendrán: es más la vida la que rodea a la muerte, querida. De mis restos vivo. La memoria es ese regreso imposible. Pero yo te traigo a mí para sostener todas las voces. No hay futuro no hay nada más allá de la última sílaba que escribo. Ahora mismo provoco este pasar incierto de los ojos por las palabras y detrás de cada uno está tu rostro y aquellos lugares distantes—a pesar de su insistencia en los documentos. No hay fotografía tuya para llevarla conmigo en un camafeo como esos héroes antiguos. Espero, vivo seduciendo a las horas y a veces cuando la tierra se cubre toda de estrellas ya no sé qué esperar. Miro mis pasos torpes y en esos rastros la única huella que hay de ti es el silencio inmenso del mundo. Mis días acaban, acabarán y siempre, en cada uno de ellos hasta mi último aliento te revelaras ungiéndome con tu beso imposible mi cuerpo, destinado a padecer los calabozos de la tierra.
viernes, 9 de diciembre de 2011
Cuando la batalla se hace rutina
Querida mis horas están contadas por relojes antiguos. Soportes de la memoria que escrutan toda parte de mí. La ciudad es depósito de cada artefacto consumido por el polvo y la novedad. Detesto lo nuevo, tal vez porque en cada nuevo oleaje no llegas, sólo espumas que se extinguen al contacto con la tierra con mi piel. Querida, la ciudad se alimenta de la espontaneidad que han programado sus habitantes, se llena de vagas luces que revelan su futilidad con el rayo de sol, tú dime, qué luz puede igualar a ese astro, el único sombrero que no he perdido en la rutina de la batalla. Al mirar esos parpadeos en la noche sólo pienso en ti y siento como si me quemaran los ojos. Cada color que brilla desaparece los puntos oscuros de la noche y esos para mí son hermosos: lunares de tu piel amada que me eriza la vida ante el peligro inminente de no saber de ti.
jueves, 14 de abril de 2011
Querida, a veces esta mañana
Tengo sabores amargos en la boca resultado de una velada lánguida y de tangos. A veces unas horas no bastan y el cuerpo nos exige variar de caminos. Caminos hechos del polvo de nuestros muertos. Yo no quiero ir por ninguno donde no estés a pesar de apisonar con cada aliento esta tierra de indiferencia de este país lleno de piedras. Cómo saberlo, cómo encontrarte en ellos. Yo imagino que cada camino contiene el peso de tus pasos, tu aire altivo de pájaros. A veces unas horas no bastan amor y de amor para besarte imaginariamente y la cabeza me reclama pensar en otras cosas. Escribirte cartas, por ejemplo. Anoche un hombre me preguntó mi edad y su voz insistente parecía que me apretaba los pulmones el hígado. Fue una noche caliente como lo son todas en este tiempo. Tal vez el temporal me susurre algo, una pista de ti un temblor en el cuerpo. A veces mis ojos cansados, doloridos por mirar al otro me convierte en piedra, tú mi corazón te lo quedaste.
jueves, 31 de marzo de 2011
Despertares
Dibujo en tu rostro una ciudad querida con el propósito de caminar. Que seas tú mi refugio ambulante, mi espacio etéreo. ¿Desde cuándo eres el exterior? Camino para reunirme contigo para esperarte. Camino por caminar pero con la sustancia tuya en mí. La ciudad de la que recuerdo sus calles como si de aromática intimidad se tratara, proyecta la imagen que de ti tengo y te salgo a buscar. Trazo el perfil de las sombras del día, recojo racimos de jacaranda, semillas, piso latas comprimidas, hurgo en las bolsas huecas de mercancía y a palma abierta siento la calidez de las paredes y su porosidad. Cada vez dando más pasos, perdiéndome para encontrarte, hasta que las horas cubran mis zapatos con su secreta oscuridad, y no pueda verte más en los vértices de la ciudad, pero mis ojos cerrados estarán nombrándote, ya con las estufas apagadas y en el silencio del cuarto.